En un campo de arroz que se extiende hasta donde la vista alcanza, un campesino cubano ha decidido emprender una misión tan simbólica como hilarante: encontrar los «logros de la Revolución» enterrados entre las plantas.
Armado con un sombrero de guano y su inquebrantable fe en el sistema, este agricultor ha dedicado horas bajo el sol, agachado sobre los verdes brotes, en busca de esos logros que, según él, deben estar escondidos «entre la tierra fértil y el agua de la patria».
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«Yo sé que están aquí, los he estado buscando desde hace rato. Si hemos tenido 65 años de Revolución, algo se tiene que haber cosechado, ¿no?», declaró el campesino con una sonrisa mientras seguía hurgando entre los brotes de arroz.
El campesino, a quien sus compañeros llaman cariñosamente “el optimista de los surcos”, explicó que ha encontrado de todo en el campo: malas hierbas, piedras, hasta un zapato viejo, pero los logros, esos, siguen siendo más esquivos que la harina en la bodega.
El campo como metáfora del progreso revolucionario
Al ser consultado sobre qué lo motiva a seguir en su búsqueda, el agricultor comentó:
«Si Díaz-Canel dice que los logros están en el campo, yo le creo. Aquí debe estar lo que tanto hemos escuchado en los discursos, entre una mata y otra, debe haber algo grande… una planta de abundancia, quizás».
Entre los demás campesinos se rumora que puede que los logros no estén en los campos de arroz, sino en el aire, tal vez flotando en las nubes de promesas que han escuchado a lo largo de los años. Pero este persistente trabajador se mantiene firme.
“Si no los encuentro hoy, regreso mañana. Los logros deben estar bien enterrados, pero con paciencia se encuentran, igual que los granos de arroz en medio de tanta agua”, agregó con esperanza, mientras hundía sus manos una vez más en el agua del arrozal.
Con el sol brillando sobre sus hombros y el arroz creciendo lentamente, este campesino parece dispuesto a continuar su búsqueda. Tal vez, después de todo, lo que está cultivando es un nuevo tipo de logro: la perseverancia cubana… o al menos, una buena historia para contar en la próxima reunión del sindicato.