El militante comunista asegura que “el sudor revolucionario es lo que alimenta el alma” mientras corta yerba por primera vez.
En la pequeña localidad de El Morao, en La Lisa, La Habana, un ferviente seguidor del ideario fidelista protagonizó un insólito momento al inclinarse, machete en mano, para cortar yerba en un acto de trabajo voluntario.
El hombre, quien vestía una camiseta con la frase «Creo en ti, Fidel», tomó por sorpresa a sus vecinos, pues hasta la fecha su activismo revolucionario se había limitado a asistir a reuniones del CDR y corear consignas en marchas oficiales.
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«La yerba no se corta sola, ni la Revolución se defiende desde el sofá»
El protagonista de este histórico hito, quien prefiere mantener su nombre en el anonimato para no robarle protagonismo a su camiseta, aseguró que «ha llegado el momento de poner el cuerpo en función de la Revolución, porque Fidel lo entregó todo y uno no puede quedarse atrás».
A pesar de que nunca antes había empuñado un machete, el militante decidió sumarse a la jornada de trabajo voluntario organizada por su comunidad.
El debut del machete revolucionario
Con más entusiasmo que destreza, y tras varios intentos fallidos de cortar la primera mata de yerba, el hombre declaró: «El sudor revolucionario es lo que alimenta el alma. Fidel nos enseñó que la Revolución se hace desde la tierra, y hoy por fin lo entiendo».
Entre risas discretas y miradas incrédulas de sus compañeros, logró cortar unos cuantos matojos, demostrando que la voluntad política puede ser más fuerte que la inexperiencia agrícola.
«Lo importante es que lo intenté», concluyó el devoto fidelista
Los asistentes a la jornada, entre ellos varios vecinos que se encontraban más acostumbrados a las labores agrícolas, lo animaron a seguir adelante.
«Lo importante no es cuánto cortas, sino cuánto lo sientes», declaró un vecino mientras observaba cómo el militante intentaba aferrarse al machete sin perder la compostura. “Fidel cortó caña, ¿yo por qué no voy a poder cortar esta hierba?”
Al cierre del día, el hombre se retiró con un par de ampollas en las manos, pero con la satisfacción de haber cumplido lo que él mismo denominó como «una misión de vida».
Aseguró que continuará participando en más trabajos voluntarios, porque si algo le quedó claro es que “la yerba no se corta sola, ni la Revolución se defiende desde el sofá”.