La historia de Marta, una cubana decidida a encontrar al amor de su vida para emprender juntas la aventura de salir del país, tuvo un giro inesperado y un tanto irónico. Después de meses de búsqueda, Marta, quien soñaba con escapar de la isla junto a su pareja ideal, encontró a su amor en el lugar menos esperado: guataqueando en un surco, con el azadón en mano y completamente entregada a las tareas revolucionarias del campo.
Bajo el inclemente sol que abrazaba los campos de boniato, Marta vio a lo lejos a Roberta, una mujer de espíritu fuerte, concentrada en su faena diaria. Cada golpe de azadón que Roberta daba parecía estar labrando no solo la tierra, sino también un futuro lleno de posibilidades.
MÁS NOTICIAS
Para Marta, fue un amor a primera vista. «Jamás pensé que me la encontraría guataqueando en el surco, trabajando tan comprometida, cuando yo lo único que buscaba era una compañera para salir de aquí», comentó Marta, todavía sorprendida por lo que el destino le tenía preparado.
«Me encantó su mirada. Tenía el optimismo por el futuro luminoso reflejado en sus ojos,» señaló Marta sobre Roberta.
La conexión entre ambas fue inmediata, aunque Marta no dejó de sorprenderse de la dedicación de Roberta a la Revolución y al trabajo en el campo. Aunque su plan inicial era encontrar una forma de salir del país, ahora Marta se enfrenta a un dilema: quedarse junto a Roberta y apoyar su compromiso con la tierra o seguir buscando una manera de salir de Cuba.
Por ahora, Marta ha decidido que el amor y la revolución pueden convivir, al menos por un tiempo. Juntas, continuarán trabajando en el campo mientras exploran sus sueños y deseos de futuro, ya sea en Cuba o en cualquier otro lugar que el destino les depare.