En un ambiente cargado de frustración y enfado contenido, uno de los más fervientes defensores del legado de la Revolución se ha sincerado, dejando a todos los presentes boquiabiertos durante una conferencia en la que, irónicamente, se hablaba del progreso energético del país.
«¡Si tuviera a Fidel aquí mismo, ahora mismo, lo cojo por los huevos!», exclamó, levantando la mano con fuerza en un gesto que podría haber sido confundido con un saludo revolucionario… pero que no lo era.
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La «genialidad» de Fidel Castro, mejor conocida como la «Revolución Energética», esa misma que prometió electrodomésticos de última generación y bombillos ahorradores que brillarían en todo el archipiélago, parece haberse convertido en el mayor blanco de frustración popular.
Y claro, en la mente de muchos, ese líder imperecedero que desde sus retratos omnipresentes vigila cada rincón, es ahora también el centro de una rabia latente que surge en medio de apagones interminables.
Un legado de sombras y apagones
«¡Genial idea, Fidel!», habrán pensado muchos mientras intentaban encender sus vetustas cocinas de inducción, que solo funcionan cuando la electricidad se digna a aparecer, lo cual es más raro que un aguacero en el Sahara. La promesa de un país iluminado, eficiente y con una revolución energética, se ha convertido en un chiste cruel que ni el propio Karl Marx entendería.
El dirigente, cuyo nombre evitamos mencionar para proteger su ya tambaleante carrera, continuó su diatriba: «Es que ya no puedo más, compadre. ¡¿Cuántos apagones más vamos a soportar?! Cada vez que se va la luz, lo único que veo en mi mente es la cara de Fidel, y siento ganas de…», no pudo terminar la frase, pues la interrupción de un apagón inesperado dejó la sala en tinieblas. Un cierre perfecto para la escena de catarsis política.
Las soluciones mágicas del pasado
Es inevitable recordar aquellas épocas en las que los «electrodomésticos de la revolución», que supuestamente iban a ahorrar electricidad, eran entregados con bombos y platillos.
Frigoríficos que parecían diseñados para el Polo Norte y que, irónicamente, ahora solo sirven para almacenar una cantidad ridículamente baja de alimentos… claro, cuando hay electricidad.
Las promesas de autosuficiencia energética, de una red eléctrica a la altura de las naciones más desarrolladas, se han desmoronado como un flan bajo el sol caribeño.
Los cubanos, esos expertos en la resistencia, en inventar soluciones que desafían las leyes de la física, se ven ahora enfrentados a la crudeza de una realidad donde lo único que parece estar «revolucionando» es el consumo de velas y linternas.
Y mientras tanto, el legado de la «Revolución Energética» se ilumina… o mejor dicho, se oscurece más cada día.
Fidel, el gran iluminador… ¿o el apagador?
Lo más irónico de todo es que, incluso en la muerte, el comandante parece tener el control del interruptor. Cuando hay un apagón, es difícil no pensar en esas promesas de un futuro brillante y en cómo la realidad se ha convertido en la peor de las sombras.
Si Fidel pudiera escuchar los pensamientos de sus discípulos hoy, seguramente sus oídos estarían más que encendidos, aunque la luz en las calles no.
El dirigente que lanzó esta histórica confesión, seguramente será recordado no solo por su lealtad al régimen, sino por ser uno de los pocos que, en un arrebato de sinceridad, expresó lo que muchos piensan: a Fidel, hoy, lo agarrarían por los huevos. Solo queda la duda: ¿será esto suficiente para que vuelva la electricidad?
Por ahora, los cubanos seguirán viendo el rostro del comandante en sus pesadillas nocturnas… justo antes de que el apagón les impida seguir soñando.