Gerardo Hernández exhibe Rolex en Guanajay mientras llama a la austeridad revolucionaria

Gerardo Hernández, coordinador de los CDR, sorprendió a los habitantes de Guanajay al mostrar un lujoso Rolex mientras daba un discurso sobre el sacrificio revolucionario y la necesidad de resistir las carencias de la vida cotidiana en Cuba.

Durante un solemne acto conmemorativo por el aniversario de los CDR en Guanajay, Artemisa, Gerardo Hernández, conocido como uno de los “Héroes de la República de Cuba” y líder indiscutible del comité más famoso del país, fue el centro de atención.

No fue precisamente su discurso sobre la resistencia, la unidad y los sacrificios que deben asumir los cubanos lo que desató murmullos, sino el flamante reloj Rolex que adornaba su muñeca izquierda.

Mientras el héroe hablaba de la importancia de mantener los valores revolucionarios frente a las dificultades, el brillo de su reloj de lujo, que en cualquier mercado internacional podría alimentar a un barrio entero durante semanas, se robó el protagonismo.

“Compañeros, el momento es de sacrificio, pero unidos venceremos”, aseguró Gerardo con una seriedad implacable, ajeno al hecho de que su tiempo era más valioso, literalmente, que el salario de la mayoría de los allí presentes.

“El Rolex de la Revolución”

No faltaron los curiosos que, mientras Gerardo se alejaba, susurraban sobre el origen del reluciente accesorio. “¿Eso lo venden en la Plaza de la Revolución?”, preguntó un cederista con una sonrisa.

Hernández, al escuchar el comentario, decidió enfrentar la situación con humor: “Este reloj, camaradas, es un obsequio por mis servicios a la patria… ¡pero el tiempo que marca es revolucionario!”, exclamó ante la mirada incrédula de los asistentes.

Alguien en la multitud no pudo resistirse y gritó: “¡Ah, entonces es un Rolex socialista, de esos que funcionan solo cuando el bloqueo afloja!”.

Las risas se esparcieron como la brisa fresca en una tarde de verano, pero el reloj siguió brillando con la constancia que las promesas de mejoría en el país no han sabido mantener.

Austeridad selectiva

Mientras el héroe hablaba de la austeridad que se impone a todos los cubanos, las miradas seguían fijas en su muñeca.

“Es un símbolo de la resistencia… si lo piensan bien, hemos tenido que resistir mucho para poder seguir llevando relojes de este calibre”, comentó Gerardo con una sonrisa ladeada, consciente de que el lujo, al parecer, también tiene su versión revolucionaria.

Una señora de la tercera edad, que había esperado horas por la ración de pan que nunca llegó, expresó: “Está bien, si no hay pan, al menos hay relojes. Al fin y al cabo, el tiempo también se puede comer… ¡o eso nos quieren hacer creer!”.

Un sacrificio que no todos pueden hacer

La visita de Gerardo a Guanajay también sirvió como marco para hablar de las nuevas directrices sobre el racionamiento del pan.

“Es un sacrificio necesario, compañeros, pero el esfuerzo colectivo nos llevará a la victoria”, dijo Hernández, mientras ajustaba su Rolex, tal vez para asegurarse de que las palabras encajaran con la hora exacta.

La reducción del gramaje del pan fue uno de los puntos más discutidos, aunque la ironía de la situación no escapó a nadie: un hombre con un reloj de miles de dólares pidiendo sacrificios a quienes apenas pueden encontrar un trozo de pan en la bodega.

Uno de los presentes, visiblemente indignado, declaró: “Con ese Rolex yo también haría sacrificios, pero sacrificios en las Bahamas”.

Conclusión revolucionaria… con estilo

Al cierre del acto, Gerardo Hernández se despidió de los presentes con un mensaje claro: “Nos espera un futuro lleno de retos, pero estamos preparados. El sacrificio es temporal, la Revolución es eterna… como este reloj”.

Pero para los asistentes quedó claro que el verdadero reto no era resistir, sino hacerlo sin perder la noción del tiempo en un país donde los relojes de lujo y la miseria parecen caminar de la mano.

Así, con un aplauso forzado y la promesa de “más sacrificios por venir”, los habitantes de Guanajay volvieron a sus casas, mientras el reloj de Gerardo seguía marcando un tiempo que, para ellos, hace mucho dejó de avanzar.

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