Kiriam Gutiérrez, activista trans y conocida figura del movimiento LGBTQ+ en Cuba, emprendió una misión especial para celebrar el aniversario 505 de La Habana: encontrar las “maravillas” que tanto pregona la propaganda oficial de la ciudad.
Su aventura, sin embargo, estuvo marcada por la decepción desde el principio.
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En su recorrido por los lugares de ambiente nocturno de la capital, Gutiérrez quedó estupefacta ante el estado decadente de los bares y clubes dirigidos a la comunidad LGBTQ+.
“Lo que encontré fueron transformistas que daban vergüenza ajena, con pelucas torcidas y maquillaje corrido. Los bares parecen más bien bodegas en ruinas”, declaró en tono crítico.
Ante la falta de inspiración, decidió observar la ciudad desde su balcón con un par de binoculares, en busca de algo que le devolviera la fe en la Habana que imaginaba.
Lo que descubrió fue aún más desalentador. “Por no haber, no hay ni gente con dientes. Me pregunté si alguna maravilla podía salir de una ciudad donde las sonrisas están incompletas”.
Según sus declaraciones, la intención era encontrar rincones que reflejaran “la magia y el esplendor” que la propaganda estatal y las guías turísticas prometen a los visitantes, pero la búsqueda terminó siendo un recorrido lleno de desilusiones.
“He caminado todo el malecón y no encontré una sola parte que no estuviera descascarada o con basura acumulada”, comentó Gutiérrez.
Añadió que las calles adoquinadas de la Habana Vieja, lejos de parecer “románticas y bohemias”, estaban plagadas de baches y malos olores. “Me dijeron que la ‘maravilla’ estaba en su gente, pero incluso los cuentapropistas están tan cansados que ya ni sonríen”, añadió.
“La única maravilla que encontré es que aún queda gente que, pese a todo, sigue intentando sobrevivir con dignidad”, concluyó.
A pesar de todo, Kiriam no dejó que la frustración la venciera.
Como una forma simbólica de conmemorar el aniversario de la ciudad, decidió ponerse manos a la obra y preparar croquetas caseras, un gesto que combinó su creatividad con la realidad cotidiana del cubano.
“Las croquetas son el verdadero símbolo de resistencia aquí, pero eso sí, tuve que apurarme porque con los apagones nunca sabes cuándo te van a dejar sin corriente”.