La reconocida académica y activista cubana Mabel Cuesta, famosa por su defensa del activismo sutil y sus controvertidas campañas de ayuda a Cuba, ha encontrado un insospechado refugio en la cocina tras la reciente derrota electoral de Kamala Harris en las elecciones estadounidenses.
Fuentes cercanas aseguran que Cuesta, a quien muchos llaman “Mabel Villapol” por su autoproclamado amor por la cocina revolucionaria, ha pasado las últimas horas sumergida en un mar de croquetas, en un intento por superar su frustración política.
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Cuesta, conocida por su postura tibia frente al régimen cubano y sus alianzas con figuras polémicas como el profesor Carlos Lazo, quien organiza envíos de leche en polvo a la isla, ha sido blanco de críticas tanto en Cuba como en el exilio.
Sus detractores señalan que, en lugar de asumir una postura de confrontación directa contra la dictadura, prefiere una suerte de “activismo gastronómico” que recuerda a la célebre Nitza Villapol, icónica chef televisiva de la era revolucionaria. De hecho, en círculos satíricos se le ha empezado a llamar “Mabel Villapol”, la “croquetera del activismo”.
Kamala Harris, la esperanza frustrada
Para Cuesta, la figura de Kamala Harris representaba el futuro de una diplomacia suave hacia Cuba, en la que, en vez de confrontación, se privilegia el diálogo y el intercambio cultural (con una pizca de leche en polvo incluida, claro está).
La derrota de Harris, sin embargo, ha significado para Mabel un duro golpe, uno que, según sus allegados, ha decidido enfrentar con aceite hirviendo y una bandeja de croquetas a medio moldear.
“Las croquetas son como la diplomacia: deben estar bien empacadas, fritas a la temperatura correcta y llenas de contenido, aunque a veces no sepas exactamente de qué están hechas”, habría comentado Cuesta en un post reciente en sus redes sociales.
Inspirada por esta filosofía culinaria, la activista ha estado publicando fotos de sus croquetas, junto a mensajes sobre el “amor revolucionario” y el “poder de una croqueta para unir a las familias cubanas”, asegurando que, aunque la política esté en crisis, la gastronomía revolucionaria siempre está ahí para “alimentar los corazones”.
El legado de Nitza Villapol, versión 2024
Para muchos, la transformación de Mabel Cuesta en una suerte de “Nitza Villapol del exilio” es digna de análisis.
Cuesta ha sido fiel a su estilo: mientras evita enfrentar abiertamente al gobierno cubano, también continúa promoviendo su labor humanitaria como una especie de puente “apolítico”.
Sin embargo, esta postura le ha ganado apodos nada halagadores, como “la croquetera”, o “Mabel Villapol”, debido a sus tutoriales de cocina y a su afán por mantener una apariencia de ayuda al pueblo cubano sin tocar las fibras sensibles del poder en La Habana.
Cuesta ha respondido a estas críticas alegando que “una croqueta bien hecha puede cambiar vidas”, y que su misión es “llevar alimentos y esperanza” a sus compatriotas.
En lugar de abrazar una militancia frontal contra la dictadura, ha optado por lo que llama “la diplomacia de los fogones”, un activismo donde, asegura, “cada croqueta es una declaración de principios”.
Los envíos de leche y las alianzas cuestionadas
Otro de los aspectos polémicos de Cuesta es su colaboración con Carlos Lazo, un profesor y activista cubano-estadounidense que se ha ganado tanto seguidores como detractores por sus lazos con figuras del gobierno cubano, como Gerardo Hernández. Lazo, al igual que Cuesta, promueve una estrategia de ayuda humanitaria a través de proyectos que no desafían abiertamente al régimen, sino que buscan construir “puentes de comprensión”.
Ambos, Cuesta y Lazo, han insistido en la importancia de los envíos de ayuda, especialmente de alimentos y productos básicos.
Sin embargo, sus detractores los acusan de “enmascarar” la realidad del pueblo cubano y de contribuir, en cierto modo, a perpetuar la dependencia de los cubanos a las migajas de caridad que llegan desde el exterior.
El futuro de “Mabel Villapol”
Mientras Mabel Cuesta sigue enfrentando las críticas y redobla sus esfuerzos en la cocina, algunos especulan que, tras esta frustración política, la activista podría incluso lanzar su propio libro de recetas “revolucionarias”.
Fuentes cercanas indican que ya tiene un título tentativo: “Croquetas y resistencia: El activismo a fuego lento”.
Por lo pronto, Cuesta asegura que continuará con su misión de “llevar amor y croquetas a todos los rincones del exilio”, mientras sigue lidiando con la decepción política desde su cocina.
Su próxima aparición pública será en una feria gastronómica en Miami, donde, aseguran, tendrá su propio puesto bajo el nombre de “Croquetera por la paz”.