Las intensas lluvias que han caído recientemente sobre la capital cubana han traído consigo un fenómeno que ya no sorprende a nadie: las calles de Centro Habana se han convertido en ríos, o mejor dicho, en «piscinas comunitarias» improvisadas.
“No envidiamos a Alamar”, dijeron los vecinos, entre carcajadas y resignación. «Nosotros tenemos nuestra piscina propia, gracias a la Revolución, porque ninguna alcantarilla traga agua aquí». Y vaya que es un logro revolucionario.
MÁS NOTICIAS
La gran competencia con Alamar
Hace unas décadas, Alamar era el orgullo del régimen, con la piscina gigante inaugurada por Fidel Castro en 1985, que se promocionó como la más grande de Latinoamérica.
Con más de 5000 metros cuadrados, aquella colosal instalación era el sueño de los habaneros, quienes acudían en masa para refrescarse del calor abrasador.
A pesar de ser un «logro» del socialismo, como tantas otras ideas megalómanas, el mantenimiento fue olvidado. Hoy, la piscina de Alamar es un escenario desolado, lleno de maleza y escombros, donde los perros callejeros y los skaters son los únicos usuarios habituales.
Pero ahora, con las lluvias torrenciales, Centro Habana ha decidido competir: sus residentes presumen de tener su propia versión, sin necesidad de pagar entrada y sin tener que alejarse del bullicio urbano.
Eso sí, aquí el agua no es reciclada por ningún sofisticado sistema de molinos de viento, como en Alamar. Al contrario, la única energía que mueve las aguas es la gravedad y el “caos urbano” que ha convertido cada esquina en un auténtico chapoteadero.
¿Qué tal un chapuzón en Neptuno y Galiano?
Mientras los vecinos de Centro Habana se preparan para la llegada de más lluvias, los ancianos recuerdan que estas «piscinas improvisadas» llevan mucho tiempo siendo parte de la vida diaria.
Pero algunos, con tono irónico, sueñan con que el gobierno declare la zona un parque acuático de interés nacional, donde las balsas y los neumáticos viejos sean la nueva moda para navegar por las avenidas inundadas.
Al final, como dirían muchos cubanos, «si no se puede solucionar el problema, al menos que sea divertido».
Entre apagones, tormentas, y la debacle energética que sigue siendo motivo de conversación, los cubanos, fieles a su ingenio, convierten lo que debería ser un desastre en una oportunidad para reírse de su propia realidad. ¿Quién necesita ir a Alamar cuando las lluvias ya te traen el Caribe directamente a tu puerta?