El Sindicato entrega condecoraciones de bajo costo mientras la crisis aprieta
En un acto cargado de palabras vacías y medallas ligeras, una trabajadora del sector cultural recibió con desilusión la medalla de calamina otorgada por el Sindicato de Trabajadores de Cultura.
Aunque la ceremonia se celebró en medio de aplausos y elogios, la respuesta de la galardonada fue contundente: «Con esto no podré dar de comer a mi familia».
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La gran medalla de nada
La entrega de medallas por logros laborales es una tradición bien conocida en Cuba, pero esta vez el material elegido – calamina, un metal de escaso valor– hizo que el reconocimiento se sintiera más como una burla que como un honor.
“¡Calamina! Ni siquiera es bronce, mucho menos oro. Esto lo venden en cualquier ferretería y a precios rebajados”, murmuraba un trabajador cultural al ver el brillo barato de la condecoración.
La secretaria del Sindicato, Katia Rodríguez Ramos, quien presidió la ceremonia, elogió el «sacrificio y el compromiso revolucionario» de la trabajadora premiada.
Sin embargo, lo que parecía ser un momento de orgullo se convirtió rápidamente en una crítica velada al sistema.
La galardonada, visiblemente frustrada, no se contuvo y expresó lo que muchos allí sentían: “Esto no me sirve de nada. No sé si pretenden que lo empeñe o que lo use como decoración en la cocina, pero lo que mi familia necesita es comida, no medallas”.
Aplausos vacíos y bolsillos vacíos
El acto transcurrió en el salón de actos del Ministerio de Cultura, donde una pequeña multitud de trabajadores observaba, aplaudiendo con desgano.
Mientras la secretaria del sindicato hablaba del «enorme valor simbólico» de la medalla, los murmullos entre los presentes evidenciaban su descontento.
«El valor simbólico no llena la barriga», comentó en voz baja uno de los trabajadores que llevaba más de 20 años en el sector.
“Antes te daban una medalla de verdad, de bronce al menos. Ahora esto… ¿Qué viene después? ¿Cartón pintado? Y para colmo, ni una meriendita nos dieron. Nos vamos con el estómago vacío y una medalla que no pesa ni para calzar la puerta”, lamentaba otro empleado mientras observaba de reojo la calamina brillante.
Katia Rodríguez defiende la calamina: «Es la resistencia»
Durante su discurso, Rodríguez Ramos intentó defender la elección del material de la medalla como una muestra de creatividad ante las dificultades del país.
“La calamina representa la resistencia del pueblo cubano, la capacidad de brillar a pesar de las adversidades”, dijo con tono firme, aunque las caras en el público no mostraban mucho entusiasmo.
El hambre no entiende de símbolos
Al final de la ceremonia, la trabajadora galardonada, visiblemente desencantada, sostuvo la medalla en alto y dijo con ironía: «Con esta medalla no podré llevar comida a casa, pero seguro que quedará bonita colgada en la pared. Tal vez me sirva de adorno en la sala, aunque con la cantidad de apagones ni siquiera la podré ver brillar».
Las risas nerviosas de sus compañeros de trabajo dejaron claro que muchos compartían su frustración.
La verdadera recompensa: más trabajo y menos recursos
El sector cultural cubano, conocido por ser uno de los más precarizados en la isla, no ha escapado a la crisis económica.
Muchos trabajadores se quejan de la falta de recursos, los bajos salarios y las condiciones laborales cada vez más difíciles.
«Nosotros somos los que mantenemos viva la cultura de este país, y esto es lo que nos dan: medallas que no sirven ni para comprar pan», comentó uno de los asistentes al acto.
Con el estómago vacío y una medalla sin valor económico en la mano, la trabajadora de Cultura se despidió de la ceremonia preguntándose si alguna vez las palabras de reconocimiento se traducirán en mejoras reales para ella y su familia. Mientras tanto, su medalla de calamina brilla… pero solo en la oscuridad de la crisis cubana.